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[no hay cambio sin experimento]

Cuento: "Yo, soy el robot" de Lorena Pérez

Título: Yo, soy el robot.

Autor: Lorena Pérez Calvo

Categoría: 1ro-3ro de secundaria

Colegio: San Martín de Porres.

Dato de contacto: anne_hudgens_1996@hotmail.com

 

 

Yo, soy el robot

Hoy en día es algo fantástico lo que estamos viviendo, es como si fuera una aventura tecnológica y sumamente desarrollada, ya que estamos en la era de los robots.

Las personas piensan que es de gran utilidad, aunque es verdad, para mí no.

Yo sufrí un accidente hace muchos años y los doctores hablaron con mis padres, dijeron que no tenía salvación, y que la única manera de seguir viviendo era convirtiéndome en uno de ellos, “un robot”. Yo en ese entonces no sabía tomar muy bien las decisiones y como yo era una infante pensé que sería algo muy divertido. En cuanto a mis padres…ellos aceptaron tal propuesta, ya que para ellos era muy importante seguir viviendo fuese como fuese a ellos sólo les importaba seguir a mi lado.

Comenzaron con la operación o mejor dicho con la soldadura…Después de que me operaron para mí fue muy raro adaptarme a las actividades que hacían los robots, no, mejor dicho, las que tenemos los rotos. Lo más difícil para mi fue hacerme la idea que yo era uno de ellos, me había convertido en un robot.

Mis padres lloraban de tristeza cada vez que me veían y para mí eso fue un martirio, ya que a mí me dolía mucho no poder lo que yo quería, tener mis propios sentimientos y pensamientos, sin embargo una vez intenté hacer lo que yo quería. Saben lo que más quería, pues quería ser ¡libre!

Pasaron uno meses de aquella operación y conseguí adecuarme a mi metálico cuerpo. Una noche decidí huir de mi casa, de mis padres, de la ciudad, de todo…

En el camino estuve pensando qué iba a ser de mí, un robot, sin sentimientos, si n nada…simplemente un conjunto de metal oxidable que hace los mandados de los humanos.

De pronto se me vino algo a la mente…

Estaba recordando esos momentos que pase en mi infancia cuando era solo una niña…Y pensé cómo sería mi vida, si seguiría siendo humana, tener carne y hueso, poder enamorarme, casarme, tener hijos y claro cómo me iba a olvidar ser una gran profesional. Hacer el bien y sobre todo ayudar a las personas, ya que yo quería ser una gran doctora.

Entonces, ¡pensé! ¿Por qué yo no podía ser doctora? Si es lo que más quiero, pero se me vino un pensamiento negativo y me dije: “Pero quién va a aceptar a este montón de metal oxidable en una universidad”.

En ese instante escuché una voz que me dijo “Tu si puedes y con mucha perseverancia vas a lograr cumplir tu deseo, solo si tú te lo propones”.

En eso volteé y me quedé boquiabierta, era una mujer como yo algún día lo hubiese sido, era un humano como yo lo había sido hace mucho tiempo. Me invitó a su casa a charlar y yo la acompañé…Me dio posada, incluso me dio motivación para seguir mi sueño.

Y me convenció en postular a una universidad, aunque no crean, fue muy difícil. Fui rechazada en más de cinco universidades, pero no crean que en ese momento mi sueño se derrumbó. ¡No, nada que ver! Incluso me dio mucha perseverancia y más ganas de luchar por mi sueño. Hasta que al fin fui admitida en una de las mejores universidades…

Mi primer día en la universidad fue muy duro, todos mis compañeros me trataban como si fuese un fenómeno, traté de sobrellevar los insultos, las reacciones, todo de mis compañeros.

Porque yo era Kamila, la futura doctora robot, que jamás nadie haya visto. Siete años después logré acabar una carrera cualquier humano o universitario, y me sentía muy feliz y orgullosa de mi misma.

 Llegó el día de la graduación, yo estaba muy emocionada y a la vez muy triste. Recibí mi diploma, ya que me había graduado y con honores.

Pasaron los días y noches en una de esas el mecánico me dijo: “Tienes poco tiempo de vida y en poco tiempo te convertirás en una chatarra reciclada.

Para mí fue la peor noticia que me pudieron haber dado. Pero de pronto sentí algo en mí, estaba experimentando la satisfacción de haber logrado todas mis metas, incluyendo mis sueños.

Y lamentablemente ya no hubo remedio y no había ninguna solución para mí, pero me despido con la frente en alto y con un grito al cielo digo: “Gracias vida por darme una segunda oportunidad”.

 

 

 

 

 

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