Cuento: "Yo soy un robot" de Ronaldo Rodríguez
Yo soy un robot
La violencia engendra más violencia, nunca supe porqué mi madre me lo repetía cada vez que mi hermano me atentaba; nunca he tomado en serio todo lo que ella me decía, y eso es tal vez, quizás el mayor erro que he cometido en toda la poca vida que he existido.
Nunca creí que un día fuera tan distinto a toda una vida, pero uno nunca elige el destino que le espera.
Que frío y gélido se sentía en esa larga caminata de regreso a mi casa, el frío viento me azotaba a mí y a mi hermano Max, nunca vi que una tarde estuviera tan lúgubre; no había nadie en la calle, todo era desolado y silencioso, siempre he estado preparado para todo, pero nunca para lo que encontré en mi casa; con la sombrea de la caída de la noche, encontré a mi madre tirada junto a mi padre, ambos teniendo una bala en la cabeza, el cuerpo acuchillado y una soga que rodeaba a cada uno de sus cuellos, como si hubieran sido descuartizados.
Quise olvidar el fúnebre momento, peor con la espantosa imagen que recuerdo no puedo, la que no fue con el rio de sangre o las expresiones de mis difuntos padres, sino el quejido y la melancolía que mi hermano sintió, llorando en el suelo, gritando, nunca pensé que un joven de 15 años como mi hermano, llegaría a este extremo, pero uno nunca sabe cómo es uno si no lo conoce bien.
Tres semanas pasaron desde ese día, mi tía nos estuvo cuidando hasta que yo encontrara un trabajo, un adulto de 20 años como yo, era horade hacerse cargo de su hermano, pero en todo ese lapso, estuve divagando, no me importaba nada, la vida se me hacía una celda, en donde no tenía esperanza, era frío y gélido, mi corazón era un vacío y lo único que quería era vengar a mis padres.
Abatido en la calle, un hombre se acercó a mí, y me preguntó si era hijo de aquellos esposos muertos, con mi afirmación me dijo sigilosamente, que el asesino era Kail, un muchacho de 24 años, que asaltó mi casa y asesinó a mis padres.
Estuve quieto y pensativo, pero con mi vida y la de mi hermano destrozados, sólo me quedaba cometer mi abrumante castigo. Que extraño se sentía pensar en cometer un delito, como si un agujero llamaba a la obscuridad infinita, pero sabía que esta iba a ser mi única salida a mi tormento.
Atardecer frío, como en aquel día del cual no quiero acordarme. Con la mirada agachada y tinieblas en mis ojos, rompí la puerta tumbando más de dos almas en el camino, recuerdo como Kail salió de la concina y queriendo tomar su arma, le disparo en las dos brazos, con su sufrimiento, se dispone a huir, pero lo dejo con dos hoyos en las piernas, tirado en el piso, podía ver cómo su agonía se reflejaba en su mirada; con mi mano fría y un gélido viento solo me bastó un estruendo para acabar con él.
Con la caída de la noche salí de aquel lugar en donde, sin arrepentirme me sentí una máquina, fría con sólo órdenes en mi mente, sin una voz que me decía lo que está bien o no.
Pasaron dos semanas y me hallaba en un sótano frío y obscuro, atado a una silla con sólo un foco de luz, que iluminaba nada más que a mi persona.
Con la misma mirada que la mía, Tono aparece, quién era hermano de Kail, con mi juicio de todo lo que he hecho, con unos ojos penetrantes me dice, que yo le he quitado todo, Kail era el último de su familia, que a sus padres los asesinaron, y yo acabé con todo; con mi fría expresión y sus mismos ojos, levanté la cara y dije:
“No me arrepiento de nada”.
Sólo fue un momento, me encontraba en un obscuro abismo que nunca terminaba, vi cómo mi vida entera pasaba, los errores que cometí y la vida que viví; por un motivo de aquellos que uno desconoce, vi cómo mi hermano Max, tomaba lo que una vez fue mi arma de juicio, con la mente en blanco, veía cómo poco a poco torturaba a Tono hasta matarlo, y así vi cómo a otra persona le ocurría todo lo que una vez fue mi vida, con las tristezas y los errores que uno comete, sin darse cuenta que solo es una máquina utilizada por esta cruel vida.
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